El cerebro no es un ordenador

Cervell: […] és l’òrgan més elevat on és elaborada la vida de relació […] i regulada la vida vegetativa, alhora que constitueix el punt d’inser-ció somàtica de la vida psíquica”.

A mediados del siglo XX, figuras como el matemático Alan Turing comparaba al cerebro con el ordenador. La corriente que representaba disponía del mismo como un procesador central con propósitos múltiples y generales. La trascendencia de la comparativa, según Bruner, se atribuye a la Revolución Informativa que se llevaba a cabo en un mundo post-industrial: “En el lugar que ocupaba el concepto de significado se instaló el concepto de computabilidad”, afirma.

Pero actualmente esta teoría está descatalogada. En las sociedades es imposible entender el hombre, sus conductas y los razonamientos cerebrales sin el componente cultural que le rodea. La familia, amistades, instituciones y las costumbres son las piezas fundamentales para la formación de los infantes y el acompañamiento de los adultos. En las sociedades desarrolladas, el factor de conexión del hombre con los medios y con las nuevas tecnologías es tan relevante como los demás.

La tecnología ofrece actualmente infinitas capacidades de procesamiento e interacción con los humanos. Como afirma Vayreda I Duran, la metáfora de Internet es uno de los nuevos paradigmas y requiere una visión global, social y colectiva de los procesos. El sólo hecho de que existan más de 1.000 millones de usuarios conectados globalmente es un suceso único en la historia, ya que con este fenómeno se derribaron prácticamente todos los paradigmas en la comunicación. Explica Castells que la expansión masiva del ciberespacio tiene una pata fundamental en la primera revolución de la tecnología de la información en los Estados Unidos, con especial hincapié en el Silicon Valley de California.

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